Del fantasma de la infertilidad al duelo gestacional.

Lo que voy a contar, no es nada por lo que no hayan pasado otras tantas mujeres, en su búsqueda hacia la maternidad. Supongo que ellas, más que nadie, entenderán mis palabras.

Tengo 34 años, y una vida que podríamos decir estable. Una pareja con la que convivo desde hace años. Una profesión que adoro. Dos perras a las que quiero con locura… La maternidad antes era un tema que estaba ahí, siempre he sabido que quería ser madre, pero era un tema que posponía. Nunca creí en el reloj biológico, pero de pronto…¡zas!… un día me digo a mí misma…¡ahora! De modo que con calma, sin prisas, seguimos con nuestra vida y “cuando venga ha venido”.

Mientras, una tiene que lidiar con los imprevistos de la vida, y durante unos años, pasamos por fases. Ese “cuando venga ha venido” pasa a convertirse en “ahora no que tal vez me renuevan el contrato” o “mejor esperar unos meses a ver qué pasa” o “venga sí, si nos quedáramos ahora sería estupendo, es el momento…” Aceptar que yo no tenía el control (ni sobre esto, ni sobre muchas otras cosas) me ha llevado tiempo.

En las consultas de ginecología un día llega mi primer pequeño disgusto: tengo los ovarios “un poco poliquísticos”… Me pregunto qué querrá decir “un poco poliquísticos”, pero me tranquilizan diciéndome que eso no me va a impedir ser madre. Sin embargo, Google dice que el síndrome de ovarios poliquísticos, es una de las causas de infertilidad más frecuentes. Decido no obsesionarme, más y cuando los míos son “un poco poliquísticos”. He tenido que escuchar de varias ginecólogas frases del tipo “no te preocupes, eres muy joven” (ya pero yo quiero ser madre AHORA, me digo por dentro). “Tómate esto que te ayudará a quedarte embarazada”. Y yo hago lo que me mandan, invierto en cajas de medicamentos caros que supuestamente mejoran mi función ovárica según algunos médicos, pero que según otros, no son más que vitaminas que con dos ensaladas a la semana se soluciona ese aporte. (No hablo del ácido fólico, que es importantísimo tomarlo antes del embarazo, hablo de otros aportes). Y así pasa el tiempo, un par de años, pero mi embarazo no llega.

Entre tanto, la vida sigue, y durante este último año, me he visto obligada a prestar-me atención (sí, yo ¡a mí!…). De pronto un día, yo, que me cargaba de cosas (trabajo, pacientes, aficiones, planes de todo tipo, incluido el de ser madre…) y que no dejaba nada porque siempre podía con lo que me echaran (y más), de pronto…me siento incapaz de todo…de cuidarme, de trabajar, y mucho menos…de ser madre. Y cuento todo esto, porque durante un tiempo me he culpado pensando que mi ansiedad no me ayudaría a quedarme embarazada (o pensando que sería una madre horrible si no podía ni cuidar de mí…). Además, todo el mundo me lo decía, “cuando te relajes, te quedarás”. Entonces debía ser culpa mía, pensaba. Entendí que era el momento de dejar de ayudar a los demás para centrarme en mí, que da igual ser psicóloga, porque los psicólogos también somos personas, y necesitamos ayuda. Y comencé mi terapia personal, que es de las mejores cosas que he hecho en la vida. Gracias a ella he entendido muchas cosas, de mí.

A raíz de las situaciones por las que paso, descubro que es un tema interesante, y comienzo a formarme en Psicología Perinatal. Mi pareja, a la que había prometido descansar de formaciones durante un tiempo, me mira con incredulidad. Pero este curso es diferente, le digo (y me digo), es un curso para mí. Cuando empiezo a sentirme más fuerte, decido (decidimos) retomar el tema de la maternidad, justo cuando se cruza en mi vida una doctora que, lejos de tranquilizarme con las típicas frases, me escucha, me entiende y decide prestarnos atención. Comienza la fase de hacernos pruebas. Análisis de sangre, de semen, reserva ovárica…Todo bien. Eso es tranquilizador en un primer momento, pero inmediatamente después surge la pregunta…¿entonces, qué pasa? Solo queda mirar mis trompas, debo hacerme una histerosalpingografía. Busco información sobre una prueba que al principio soy incapaz de pronunciar, pero que después de buscar en internet varios días, y leer lo terriblemente dolorosa que resulta, al final decir histerosalpingografía deprisa y muchas veces seguidas, es tarea fácil.

El volante para la prueba pasa varios días junto al teléfono. Tengo que esperar a que llegue mi regla para pedir cita. Pero… ¡sorpresa! Mi regla no llega, estoy (¡por fin!) embarazada. Me invade una mezcla de ilusión, miedo, incredulidad…No queremos decirlo a nadie, es pronto, pero necesitamos compartirlo con nuestra familia y algunas personas cercanas.

Me encuentro tranquila pese a mis miedos, no me queda otra que aceptarlos y combatirlos. Empiezo lentamente a construir mi nueva identidad, la de madre, quién me lo iba a decir…Pero cuando estoy de 6 semanas y 4 días, empiezo a manchar. No quiero alarmarme, pero sé que algo no va bien. Hablo con una amiga cercana, enfermera de ginecología, “si va a más, te vas a urgencias” me dice. Pues fue a más, y empezó mi periplo por las urgencias de una clínica privada. Es la primera vez que veo lo que iba a ser mi bebé. Solo se ve el saco, me dicen que es normal, es muy pronto y puede ser un sangrado de implantación (a mí no me cuadra por las fechas, pero entiendo que esto no es una ciencia exacta). Me voy tranquila, porque está ahí, lo he visto. Al día siguiente, la sangre es de otro color, así que tal como me indicaron, vuelvo porque hay cambios. Al explicar cómo es el sangrado, (“roja señor, no marrón como ayer”) el ginecólogo bromea sobre ello, (“no va a ser azul”, me dice). Sé que puede ser para quitarle hierro al asunto, pero para mí no tuvo gracia. Me exploran, y el saco sigue ahí, sin cambios. Sin pedirme permiso, cogen mi ropa interior para ver las manchas, “eso no es nada” me dicen. También me dicen que las embarazadas nos alarmamos por cualquier cosa. Intento explicar que el sangrado que he tenido no es como la mancha que hay en mi ropa, y que he vuelto porque el médico de ayer me dijo que volviera si iba a más, y eso era lo que había hecho. Me fui enfadada por la falta de empatía. Me dicen que pase lo que pase, no vuelva, porque hay que esperar y en 4 días tengo cita con mi ginecóloga, y que al ser tan pronto, si no va bien lo expulsaría sola. Al día siguiente continua la pesadilla. Comienzo a sentir dolor y a expulsar coágulos, pero no voy a volver a esas urgencias, ya me lo dejaron claro. Mi pareja y yo nos miramos, los dos lo sabemos, “lentejita” (así es como dicen las páginas de maternidad que es en la semana 6) probablemente no sigue ahí, pero no queremos perder la esperanza. El cuarto día el dolor se hace insoportable. Decidimos ir a otro hospital, donde por suerte, me encuentro un trato un poco más humano. No dejan pasar a mi pareja, no lo entiendo pero son las normas y quiero acabar con esto. Tumbada, veo las caras de las ginecólogas, y antes si quiera de explorarme, oigo “bufff”, una de ellas me mira y me dice “esto es que se está perdiendo el embarazo”, en ese momento, se me caen las lágrimas, igual que caen entre mis piernas los restos de lo que iba a ser una vida. Noto una breve caricia en mi pierna, es la auxiliar de enfermería. Agradezco ese gesto. Igual que el pedirme permiso para limpiarme la sangre cuando las doctoras me han dejado sola al otro lado de la cortina, porque ya hemos terminado. Agradezco que me ofrezca su mano para levantarme de la camilla, semidesnuda y destrozada. Después, los médicos tratan de consolarme, me preguntan si es mi primer embarazo, les digo que sí, pero que nos ha costado mucho. Me dicen que esto es muy frecuente, que lo vuelva a intentar, etc. Y yo todo eso ya lo sé, pero entiendo que me lo tienen que decir. Cojo mi informe, leo “aborto completo”, y lloro más. Salgo por la puerta y solo puedo abrazarme a mi pareja, y lloramos juntos.

Al día siguiente, continúo haciéndome a la idea. No quiero ir al servicio porque aun sigo expulsando sus restos. En el ordenador me salta publicidad de las páginas que había mirado días atrás, ropa premamá, habitaciones Montessori, parto respetado, ventanas que había dejado abiertas sobre “sangrado en el primer trimestre”… Y tengo que borrar un correo al que me había suscrito “tu bebé semana a semana”, me cuentan cómo es mi bebé en la semana 7. Pero ya no hay nada. Y mi cuerpo también se hace a la idea, ya no me duelen los pechos y comienzan a deshincharse, igual que mi vientre. Agradezco las palabras de mi familia y amigos. Mi cabeza también sabe que es mejor ahora que más adelante, que si ha ocurrido es porque no era viable, que esto es normal, que mucha gente ha pasado por ello y luego han tenido su bebé, lo sé…Pero yo tengo que pasar mi duelo.

Mi intención es compartir mi experiencia, mi dolor, pero también las reflexiones que me han surgido estos días. Si hubiera llegado a saber que este camino no iba a ser tan fácil, creo que hubiera hecho las cosas de otra manera. No hubiera priorizado el trabajo a mi vida personal. He pensado mucho en torno a lo que la sociedad nos dice a las mujeres, a las madres, a las no madres, a las «pacientes» de un modelo sanitario autoritario al que no le gusta que sus pacientes se empoderen con información y conocimiento previo, porque entonces puedo hacer preguntas o cuestionarme lo que me dicen…¿Realmente las mujeres decidimos conscientemente cuando queremos ser madres? ¿O estamos condicionadas sin darnos cuenta por la sociedad? Porque yo creo que la sociedad se permite el lujo de decirnos cuando debemos ser madres. Nos empujan a «aplazar» la maternidad, y así poder seguir siendo «buenas profesionales», porque cogiendo una reducción de jornada parece que dejas de ser profesional (por supuesto, está mal visto que el padre se reduzca la jornada). O para poder continuar simplemente en el precario mercado laboral, enlazando (en el mejor de los casos) contratos temporales que no animan a plantearse (ni de lejos) la maternidad. Por no hablar de cuando una mujer es autónoma…Cuando decides cruzar ese abismo, ya con cierta edad, muchas veces las cosas no son como una espera, y a veces parece una carrera a contrarreloj, porque sí, cada mujer, cada pareja, decide cuando es el momento de tener hijos, pero no nos engañemos, nuestros cuerpos no funcionan igual a los 20, a los 30 o a los 40, y eso no sale en los anuncios de los test de ovulación. Pero no pasa nada, porque para eso están las clínicas de fertilidad…si hasta podemos congelarnos los óvulos…No estoy en contra de las clínicas de fertilidad, ni mucho menos, por suerte existen y ayudan a cumplir el sueño de muchas parejas. Pero, me pregunto si no será mejor que las mujeres no tengamos miedo de perder un trabajo, que se facilite la conciliación, que no tengamos que normalizar la maternidad a los 40 (muy respetable si así se decide de forma consciente)…Esto es más serio de lo que parece, no hay más que ver los datos sobre el envejecimiento poblacional.

Por favor, a los profesionales sanitarios…Afortunadamente aún hay gente con empatía. Pero para otros solo somos números. Detrás de cada paciente, hay una historia. Ustedes día a día ven cosas horribles, y otras maravillosas. Admiro su trabajo, yo no sé si podría dedicarme a ello. Lo que para ustedes era un saco de 5mm para mí era mi bebé, ¿cómo no voy a alarmarme y preocuparme por “cualquier cosita”? Escuchen a sus pacientes, que no entendemos de medicina, pero conocemos nuestro propio cuerpo, y si sospechamos que algo no va bien, acudimos a ustedes, los expertos, en busca de respuestas. Respuestas que a veces no tienen, lo sé, y con ello contamos. Estaría bien que en un momento tan delicado, dejaran pasar a las parejas o acompañante, es igual de importante para ellos, y necesitamos su apoyo emocional. Simplemente, pido que nos traten con respeto y con atención. Que salgan de su papel de médico y se pongan únicamente en el de persona, aunque sea por un momento.

Si puedo sacar algo positivo de esta experiencia, es aquella mano que me tendieron, es el saber que mi cuerpo ha podido albergar una vida, breve, pero ahí estaba, es que esto me ha unido más a mi pareja, y el convencerme de que no tiraré la toalla.

Cristina Hernández
Psicóloga, (y mujer en duelo…)

Mindfulness en la preparación al parto: hacia una maternidad/paternidad más consciente

Mindfulness significa “atención plena”. En los años 70 el Dr. Jon Kabat-Zinn, en Massachusetts, comenzó a aplicar en su clínica la práctica de la meditación budista a pacientes con dolor crónico. Y confeccionó el Programa para la Reducción del Estrés basado en Mindfulness (MBSR). Este programa ha sido validado por numerosas investigaciones y estudios desde entonces, que han demostrado sus numerosos beneficios en su aplicación para trastornos psicológicos y distintos ámbitos sociales, laborales y educativos.

Los recientes descubrimientos sobre la plasticidad de nuestro cerebro han demostrado que, después de ocho semanas de práctica regular de meditación, la corteza prefrontal cambia de una manera positiva. Por ello, La guía británica NICE recomienda el mindfulness como una intervención de eficacia probada en patologías físicas y mentales.

Las técnicas de Mindfulness son fáciles de aprender y practicar y en muy eficaz y valiosa en el ámbito de la educación, y también en el de la educación maternal, que ahora nos ocupa. Sus efectos se mantienen durante años después de asistir al programa o curso de Mindfulness, pues los asistentes desarrollan habilidades y capacidades que incorporan en su vida diaria.

En el campo de la maternidad, los estudios han comprobado que, desde los estadios más precoces del desarrollo fetal en el útero, el estrés puede tener efectos negativos importantes en la salud de la mujer embarazada y su hijo[i]. Se ha relacionado el estrés materno con trastornos del desarrollo fetal y con los nacimientos prematuros, con el aumento de la morbilidad materna y perinatal, la depresión en el embarazo y postparto, con los conflictos de pareja y con la calidad del apego madre -hijo[ii].

De la misma forma, se han relacionado numerosos trastornos de desadaptación y con la prevalencia de conductas de maltrato de pareja con el estrés de los padres. Pues, en muchas ocasiones los malos tratos físicos o las conductas de abuso se inician o se intensifican durante el embarazo, momento de mayor vulnerabilidad. Y se ha visto la conexión con alteraciones adversas a largo plazo en la salud de los hijos, además de morbilidad y mortalidad.

En cambio, la incorporación de Mindfulness en la educación maternal en el periodo perinatal contribuye a un embarazo, parto y crianza más saludable[iii].

Objetivos del curso.

-Conocer el concepto y beneficios del Mindfulness.
-Conocer las técnicas de Mindfulness aplicadas a la salud de la mujer embarazada, parto y lactancia.
-Aprender a integrar la práctica de Mindfulness en la ansiedad y el estrés.
-Aprender a utilizar Mindfulness en la relación familiar y social.

Metodología

Se desarrollarán contenidos teóricos, prácticos y vivenciales utilizando una metodología participativa y dinámicas de grupo.

Beneficios de Mindfulness en la educación maternal.

-Te ayuda a estar concentrada (importantísimo durante la dilatación)
-Nuestro cerebro se modifica por las experiencias diarias, cuando meditamos hacemos que nuestro cerebro sea más flexible en las áreas relacionadas con la memoria y la regulación emocional, además nos predispone a ser más positivos
-Meditar fortalece tu sistema inmune, reduce el estrés, lo cual repercute positivamente en el embarazo, el parto, la lactancia y en general cualquier proceso biológico
-Incrementa tu estabilidad emocional y tu capacidad de tomar las riendas de tus pensamientos (esto lo pienso, esto no lo pienso) incrementas la Melatonina que ayuda a la Oxitocina, la hormona del Amor por excelencia que ayuda en todo el proceso de parto.
-El bebé se relaja, tú te relajas, todos se relajan al observarte.
-Ayuda a la madre gestante a afrontar con serenidad y tranquilad los acontecimientos de la vida y los cambios propios de la gestación.

Al dirigir la atención de una manera consciente al cuerpo, la madre aprenderá a conectar con él, a escucharlo y a confiar en sus sensaciones, experimentándolas con curiosidad más que con miedo.

Cuando mente-cuerpo y espíritu están alineados tenemos mayor sensación de seguridad y dominio de la experiencia. Sabemos desde una certeza interior que lo que viene es lo mejor para nosotras.

Elimina muchos miedos anticipatorios poco racionales propios de esta etapa. El embarazo abre un mundo nuevo y desconocido. El poder vivirlo con tranquilidad, centrados en el aquí y ahora será un gran punto para hacer de esta experiencia algo positivo.

Mindfulness puede ser un tratamiento complementario de elección para mujeres que padecen ansiedad, trastornos del estado del ánimo o depresión, y para las que debido a su embarazo la prescripción farmacológica está contraindicada.

La práctica del Mindfulness nos prepara para recibir los acontecimientos tal y como son, con amor y curiosidad, sin desear que sean diferentes. Implica vivir desde práctica constante de aceptación.

Durante el parto: Sabemos la conexión existente entre la tensión (psicológica: que se expresa en tensión en nuestro cuerpo) y la percepción de dolor. Cuanto más contraemos nuestro cuerpo más dolor podemos sentir. Sin duda mantener la calma en el parto (para eso se necesita una práctica meditativa previa) ayuda a vivir una experiencia más positiva y con más control sobre la situación. La vivencia del parto nos marcará al bebé y a nosotras de por vida. Y esperamos que sea para bien.

Mindfulness nos enseña paciencia. La práctica de la paciencia en nuestra vida cotidiana hace que vivamos más tranquilas. Sin duda vas a necesitar mucha…

CONTENIDOS DEL CURSO. –

Definición y concepto de Mindfulness. Áreas de aplicación a nivel personal y profesional.
Manejo del estrés. Concepto de sufrimiento primario y secundario en salud.
Mindfulness en la respiración. Técnicas consciente y de regulación del sistema nervioso autónomo.
Escaneado corporal, atención plena a la postura. Movimientos conscientes en cada uno de los trimestres de embarazo y en el postparto.
Mindfulness y estados mentales. Atención plena a los pensamientos.
Mindfulness e inteligencia emocional: Regulación y gestión de los estados emocionales
Introducción a la práctica de la autocompasión. Prevención y tratamiento de la Fatiga de la Compasión y el burnout en el personal sanitario. Técnicas de autocompasión para la mujer gestante.
Mindfulness en la vida cotidiana. Aplicación de los ejercicios básicos en la realización de actividades automáticas. Estrategias para mantener una práctica continuada a nivel personal y profesional.
Cómo incorporar un programa de mindfulness a la educación maternal.

QUÉ TRAER

Ropa cómoda que permita hacer movimientos suaves y técnicas de relajación.
Una esterilla o una manta (para tumbarse en el suelo) y un cojín (para apoyar la cabeza).

Testimonios de anteriores participantes.

“Esta práctica la utilizo mucho cuando el bebé llora. Al principio, cuando María acababa de nacer, cada vez que se ponía a llorar yo me ponía muy ansiosa y muy alterada. Y podía ver que cuanto más ansiosa me ponía, más se alteraba María. En cambio, cuando podía recordar volver a la respiración, era mucho mejor. Podía tranquilizarme yo y entonces se tranquilizaba ella. Ahora veo que lo mejor que puedo hacer cundo ella llora es simplemente estar ahí y cuidar de mi misma utilizando la respiración mientras me ocupo de ella. Nos mantiene a las dos más tranquilas. ¡No es fácil, pero estoy segura de que sería muchísimo más duro sin la práctica de Mindfulness!.” (Marisa. G.P)

“He descubierto que el momento de la lactancia es un momento perfecto para practicar mindfulness. En lugar de estresarme por todas aquellas cosas que debería estar haciendo, como lavar los platos o hacer la colada, utilizo ese tiempo para estar con mi bebé. Observo lo bonita que es, miro atentamente el color de su piel y sus pestañas tan largas, la forma en el que se le reza el pelo… A veces me sobrecoge sentir cuánto la quiero. Esto es mucho más agradable que preocuparme por le fregadero lleno de platos. Y cuando se ha dormido y puedo dejarla, voy a la cocina y lavo los platos. ¡conscientemente, claro!.”

“Mi marido y yo nos hemos dado cuenta de que utilizamos mucho esta práctica para apoyarnos el uno al otro. Cuando nos sentimos sobrepasados nos recordamos el uno al otro ser compasivos con nosotros mismos por no ser perfectos. Normalmente suele ocurrir cuando uno de nosotros está físicamente exhausto… entonces intentamos hacer algo y ver cómo podemos ayudar al otro a que se ocupe de sus propias necesidades. “

DURACIÓN

9 semanas.
18 horas (seminario teórico-práctico).
Una sesión semanal de dos horas.

PRECIO

200 € la madre sola.
250 € la pareja.

[i] Lupien, Maheu, Tu, Fiocco & Scharamek, 2007

[ii] Ruiz&Avant, 2005.

[iii] Beddoe & Lee, 2008

Contacto: Mª Paz Zaragoza (Experta en Mindfulness en contexto de la Salud, UCM) https://pazconmindfulness.net/
Teléfono: 669 89 40 12.

Reforzando el vínculo a través del yoga en pareja

El Yoga es más que una técnica de relajación que trabaja cuerpo y mente. En el yoga, se utiliza el cuerpo, lo físico, para llegar a un alto nivel de conciencia, a lo más profundo de cada uno a través de la práctica de una serie de posturas junto con la respiración. El cuerpo se desbloquea y los músculos se extienden, estiran y fortalecen, las articulaciones se refuerzan, la sangre fluye y se oxigena.

El yoga es apto para todas las edades y condiciones físicas, y sus beneficios son indiscutibles. Si además, practicamos yoga en pareja, sus beneficios se multiplican.

El contacto con el otro, la búsqueda de su bienestar, diluye las fronteras que a veces nos marcamos. El otro hace de espejo, de extensión de uno mismo, nos permite abrir el corazón a la vez que nos retroalimentamos de un trabajo en equipo.

Practicar yoga en pareja nos ayuda a favorecer las relaciones porque que fomenta la comunicación con el otro, la cooperación, la creatividad y fomenta la confianza en la otra persona, además de que propicia un ambiente de seguridad para ambos.

El yoga en pareja está especialmente recomendado no solo para mejorar la salud fisica y mental, también para reforzar y mejorar los vínculos en nuestras relaciones personales a la vez que trabajamos cuerpo y mente.

Los beneficios terapéuticos de la danza oriental

Decía Isadora Duncan, bailarina y coreógrafa “Danzar es sentir, sentir es sufrir, sufrir es amar; Usted ama, sufre y siente. ¡Usted danza! ”.

La danza es una de las disciplinas artísticas que surge desde los inicios del ser humano, presente en rituales y ceremonias. El baile ha estado presente en todas las culturas y en todos los tiempos, como manifestación cultural, como medio de expresión.

La Danza Oriental es una de las danzas más antiguas del mundo, que combina elementos de diferentes países del Medio Oriente y Norte de África. Es una herramienta muy poderosa de introspección y expresión creativa. Nos permite conectar con nuestro cuerpo y equilibrarlo con la mente, nuestras emociones y nuestra propia esencia. La danza integra las emociones, los sentidos, el movimiento… El placer que proporciona la danza oriental, se combina con múltiples beneficios para la salud de quien la practica.

1. Bailar produce placer, porque se liberan endorfinas y otros neurotransmisores relacionados con el afecto.

2. Se estimulan áreas cerebrales que regulan la memoria, la coordinación del cuerpo y el estado de ánimo.

3. Nos conecta con nuestro cuerpo, nos ayuda a conocerlo y aceptarlo tal como es, aumenta la sensualidad
favoreciendo una mejor imagen de nosotras mismas, mejora la autoestima.

4. Los movimientos de la danza del vientre trabajan la toda la musculatura y flexibilidad corporal, en especial la zona pélvica, lumbar y abdominal. Puede favorecer la digestión, reducir dolores menstruales y combatir el estreñimiento, así como ayudar en el tratamiento de algunas disfunciones sexuales relacionadas con el suelo pélvico: dispareunia (dolor durante las relaciones sexuales), vaginismo (imposibilidad de penetración) y anorgasmia (ausencia de orgasmo). También contribuye a evitar los síntomas de la menopausia.

5. El baile es un ejercicio aeróbico que ayuda al fortalecimiento cardiovascular y de músculo esquelético, y como todo ejercicio aérobico, ayuda a perder peso.

6. Mejora la postura corporal y fortalece los músculos que sujetan la columna. Al tomar conciencia, resulta más fácil corregir la postura corporal en el día a día, no sólo durante la práctica del baile.

¡Os animamos a descubrirlos y sentirlos en primera persona!

La caja de arena como herramienta terapéutica.

La técnica de la caja de arena (sandplay) se utiliza en psicoterapia, especialmente con niños, aunque su aplicación resulta eficaz también en adolescentes y personas adultas. Fue desarrollada por Dora Kalf, está basada en los principios de la psicología analítica de Jung y aplica también conceptos de la psiquiatra Margaret Lowenfeld.

En este espacio terapéutico de juego se necesita una caja de unas determinadas dimensiones que permita al niño disponer de un espacio suficiente en el que crear sus escenas, además de arena que cubra la caja y una serie de figuras o miniaturas de categorías variadas (personas, animales, objetos, plantas, personajes de ficción…etc).

El proceso de tocar la arena, nos conduce a lo sensorial, lo tangible y nos conecta con las primeras experiencias como individuos, con todo lo que tiene que ver con los primeros cuidados. La arena proporciona ese espacio que posibilita entrar en contacto con esas experiencias y transformarlas. Una vez se ha conectado con esas sensaciones, el niño o niña (o el adulto) se dispone a elegir aquellas figuras que llamen su atención para crear con ellas escenas de su mundo interno.

Esta técnica activa la fantasía y a través de un lenguaje simbólico, cuando el paciente siente que una determinada escena o imagen creada es apropiada, surge espontáneamente un diálogo con su mundo interno, y puede acceder desde la metáfora a lo más profundo. Unas veces ese mundo es estático, y otras, la escena creada va siendo modificada por el niño/a según se va desenvolviendo la acción.

Esta herramienta permite al niño la expresión de contenidos emocionales, a través del juego en un espacio libre pero protegido, en el que el papel del terapeuta es acompañar y facilitar la creación, validando el trabajo y solo interviene en el juego si el niño o niña lo demanda, sin interpretar. El niño no necesita la palabra, por eso, resulta tan eficaz su aplicación con niños que presentan dificultades en la comunicación o que han sufrido algún tipo de trauma. La caja de arena ofrece un lenguaje no verbal cargado de símbolos universales, por eso resulta más fácil y accesible para el paciente. Facilita, de manera no invasiva, la expresión e integración de determinadas experiencias que de otra manera son difíciles de contar.

Cristina Hernández Riesgo. Psicóloga y Arteterapeutaдачные каркасные дома фотоsex shop geneve

Arteterapia como vía de liberación emocional en los procesos de cuidado

La carga del cuidador, como proceso de estrés, puede tener importantes consecuencias sobre la salud física y mental del cuidador y sobre su bienestar. Es necesario considerar las importantes repercusiones negativas que puede tener un cuidador sobrecargado sobre la calidad y la continuidad de la asistencia suministrada a la persona dependiente. Los efectos sobre la salud mental en forma de trastornos psicopatológicos aparecen de forma más frecuente e intensa que las enfermedades físicas. Los más frecuentes son los trastornos depresivos, ansiedad, ira, hostilidad…

En cuanto a los efectos sobre la salud física, los estudios señalan autoevaluaciones negativas de salud, presencia de síntomas psicosomáticos, aparición de problemas cardiovasculares, dolores musculares, cansancio y agotamiento y trastornos inmunológicos, entre otros. Además, hay que destacar que los cuidadores tienen menos probabilidad de atender sus propias necesidades de salud.

Pero además, la situación de cuidado afecta inevitablemente a la estructura familiar, provocando conflictos con otros miembros de la familia, ya sea por la despreocupación de algunos miembros, problemas de convivencia, falta de acuerdo en la toma de decisiones importantes, etc.

No hay que olvidar, que el cuidador cumple otros roles en su vida diaria, por lo que es habitual que sufran repercusiones en el ámbito laboral y/o económico, algunos dejan de trabajar para cuidar y otros padecen incompatibilidad de roles cuando mantienen su actividad laboral. También disminuye su tiempo para el ocio y la realización de actividades placenteras.

Los sentimientos que se experimentan cuando se está cuidando a un familiar son múltiples y diversos. En todos los cuidadores aparecen emociones y sentimientos tanto positivos como negativos hacia la persona que cuida y hacia sí mismo, que a veces entran en conflicto. Los sentimientos negativos más frecuentes son tristeza, culpa, enfado, miedo, ansiedad, etc.

En estos casos, cuando la persona no es capaz de hacer frente por sí sola a esa carga psicológica, el apoyo psicológico es fundamental. La psicoterapia con cuidadores se centra en procurar un alivio al sufrimiento psíquico del familiar, para ello se trabaja en la aceptación de la nueva situación, y se le acompaña reestructuración de su identidad personal, propiciando el autocuidado. Una importante función de la psicoterapia con cuidadores, es la descarga emocional. Por ello, una herramienta eficaz en la intervenciónes la terapia a través del arte. La Arteterapia brinda la oportunidad de construir un espacio seguro de escucha mutua, que facilite la expresión emocional, una vía de sensibilización en el cuidado del cuidador, y desarrollar recursos de afrontamiento propios. Cuando las palabras no alcanzan, podemos recurrir a otros tipos de expresión, en las que el único diálogo que emerge es el de la persona con su propia obra. La obra nos confronta con nuestros ser más auténtico, y hace visible aspectos que no queríamos o no podíamos ver. De esta manera se pueden trabajar conflictos internos, a los que a veces es difícil llegar por otra vía.

Cristina Hernández Riesgo. Psicóloga y Arteterapeuta.

Fotografía: Taller de Arteterapia para Cuidadores (2012, Programa de Atención Integral a la discapacidad, Ayuntamiento de Alcalá de Henares)
Fotografía: Taller de Arteterapia para Cuidadores (2012, Programa de Atención Integral a la discapacidad, Ayuntamiento de Alcalá de Henares)
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